Fotomontaje (2013)
Perdonen nuestra osadía, pero cuando uno observa obras como la de Millais desea que la historia que la inspira fuera otra, cambiar el guión. Desear que Ofelia no se viera desbordada por las circunstancias, o por la torpeza, y verse obligada a renunciar a sus sueños, a su vida.
Se trata de una relectura de la obra de Millais la que nos propone Chechu Ciarreta, invitándonos a tumbarnos en la cama y soñar.
(Nuria García, para el texto de la exposición ‘El lugar de los sueños’)
El agua, que es la patria de las ninfas vivas, es también la patria de las ninfas muertas. Es la verdadera materia de la muerte muy femenina. Desde la primera escena entre Hamlet y Ofelia, Hamlet -siguiendo en esto la regla de la preparación literaria del suicidio-, como si fuera un augur que presagia el destino, sale de su profunda ensoñación murmurando: “¡Aquí está la bella Ofelia! Ninfa, en tus oraciones acuérdate de todos mis pecados” (Hamlet, acto III, esc. I). A partir de ese momento, Ofelia deberá morir por los pecados de otro, deberá morir en el río, dulcemente, sin escándalo. Su corta vida es ya la vida de una muerta […] Ofelia podrá ser, pues, para nosotros, el símbolo del suicidio femenino. Es realmente una criatura nacida para morir en el agua, donde encuentra, como dice Shakespeare, “su propio elemento”. El agua es el elemento de la muerte joven y bella, de la muerte florecida […] Es el agua soñada en la vida habitual, es el agua del estanque que se “ofeliza” por sí sola, que se cubre con toda naturalidad de seres durmientes, de seres que se abandonan y que flotan, de seres que mueren dulcemente.
GASTON BACHELARD
“Quiso colgarlas del árbol, se quebró la rama en que se apoyaba, y cayeron ella y sus guirnaldas en el lloroso arroyo. Sus ropas se esparcieron manteniéndola a flote durante un tiempo. Se puso entonces a cantar trozos de viejas alboradas, como si no supiera el peligro en que se encontraba, o como si fuese una náyade nacida y criada en las aguas. Pero no tardaron mucho sus 62 prendas en empaparse arrastrando a la pobre doncella y su canción a morir en las cenagosas profundidades”.
Hamlet, Escena XXIV, Acto IV
Independientemente de si Gertrudis fue o no testigo de lo ocurrido, la historia de la muerte de Ofelia es llamativa por varias razones. Su muerte parece ser pasiva: en vez de suicidarse, según Gertrudis nos cuenta, accidentalmente cae al agua y luego simplemente ni intenta salvarse de morir ahogada. Pareciera ser una metáfora de la vida de Ofelia; se deja llevar por la corriente, haciendo lo que su padre le dice que tiene que hacer en vez de tomar sus propias decisiones. Las “prendas” de Ofelia la “arrastraron” como si esas prendas tuvieran vida.
Es notable que Ofelia sea descrita como una “náyade” con sus “ropas esparcidas”. Hasta en la muerte, Ofelia es una figura erótica. Gertrudis sugiere que el ahogamiento de Ofelia fue natural cuando la describe como una criatura “nativa” del agua. ¿Acaso ofelia volvió a su ser primigenio y abandonó su forma mortal para regresar a su mundo original?